La picota


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Con la picota me refiero a las columnas donde se exponía a aquellos espabiladillos que habían sido pillados con las manos en la masa a los que se aplicaba esta pena, más bien leve, de exposición para el escarnio público. Hoy probablemente está picota ha pasado a ser lo que llamamos pena de telediario que sinceramente parece difícilmente evitable.

Esta semana sin ir más lejos dos personajes públicos, nada parecidos por otra parte, han sido sometidos a esta público escarmiento. Mario Conde, el ex banquero, ex presidiario y ex escritor, y el aún ministro Soria. Me limitaré de momento al caso de Conde, dado que el inicio del castigo público empieza por una actuación judicial y una intervención de la UCO. De momento hay secreto de sumario a pesar de que algunos medios de comunicación, visionarios sin duda, parecen dominar los intríngulis del caso. En plena explosión de los papeles de Panamá, de cómo sacar dinero de España, aparece el caso de uno que quería reingresarlos. Sin entrar en el juicio de valor, valga como siempre la presunción de inocencia sobre todo cuando tengo la seguridad de no tener ni idea de lo que ha hecho o ha dejado de hacer, si diré que la gente en la calle vuelve a estar sobreirritada.

Es curioso que ante cualquier caso con sospechas de corrupción económica, la gente tiene la sensación que, además de la picota, poco pasa. Se esfuma siempre el dinero, que resarcimos luego entre todos y los tiempos jurídicos hacen que se eternice la aplicación de las penas.

No entiendo nada. Porque, ante un caso tan mediático como es el de Mario Conde, la pregunta que se hacen los ciudadanos es:  y con los Pujol: ¿qué pasa? ¿Tienen bula que hasta de picota casi nada de nada? ¿Alguien me lo explica?


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