Recorrido diario: viernes 26 de febrero, tercera querella contra Garzón.


Garzón sigue en el candelero, muy lejos esta vez de su intención. El País se escandaliza y recurre a la consabida conspiración. Es, dice, la red Gürtel la que lanza una ofensiva contra el acreditado juez. Público trata el tema mucho más informativamente y sólo nos cuenta que se abre el tercer proceso a Garzón por las escuchas de las comunicaciones de los imputados en prisión. Lo sustancial es que Garzón tiene ya tres procesos abiertos y un horizonte penal nada halagüeño. El Mundo recoge una extensa entrevista a Pérez Reverte en la que se despacha a gusto, entre otras cuestiones, con la Memoria Histórica. La Vanguardia resume  la negociación del pacto anticrisis destacando la oposición de todos a la subida del IVA y El Periódico avanza el lanzamiento por parte de Laporta de su carrera política. De los deportivos cabe resaltar la rareza de que Marca y As dediquen su portada al Atlético y a su pase a octavos en la Europa Ligue. La renovación de Piqué por el Barça, el ambientazo en las pruebas de Formula 1 en Montmeló y la ofrenda de la Federación Española de Fútbol al apóstol Santiago en busca de su bendición para el mundial de Suráfrica son otros temas destacados.

No entiendo nada. Esta semana el Senado ha aprobado definitivamente la salvajada de la ley del aborto y sigue sin aparecer casi nada en la prensa. Estamos narcotizados, que pena. Hoy en la prensa se valora el «cafecito» de la troica gubernamental anticrisis con los representantes del resto de partidos políticos. Nos hablan de un papelín, de un listado de cuestiones que entregó el Gobierno, que sigue haciendo un “papelón”como preguntas de un examen y que el próximo lunes se reunirán para «recoger las respuestas». Que reacción mas esperanzadora del Gobierno para sacarnos de la sima, menos mal de la campaña que empezó ayer del todos juntos venceremos. A Garzón le cae la tercera querella, pero piensa seguir. Acabo como empecé: no entiendo nada.

Les recomiendo de la prensa de hoy:

La Gaceta. Ignacio Sánchez Cámara. «Derecho a matar»: El Senado, por una exigua mayoría y con el apoyo del PNV y la mitad de los senadores de CiU, ha consumado la aprobación de una ley inicua, quizá el más grave error jurídico de la democracia. Bajo el ropaje vergonzante de la regulación de la “salud sexual y reproductiva de la mujer”, la ley convierte lo que hasta ahora había sido en nuestro ordenamiento jurídico un delito, en un derecho de la mujer.

También reviste una extrema gravedad el aspecto educativo. Con la nueva ley, el aborto se concebirá como una realidad normal en los planes de estudios, y su técnica pasará a formar parte de la formación de los profesionales de la sanidad. Habrá que enterrar, junto a Montesquieu, también a Hipócrates.

Es tan inicua la nueva regulación que sus defensores se acogen a la mentira del eufemismo. La ley no regula el aborto, sino la salud sexual de la mujer. El aborto se encubre bajo la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”. Extraña interrupción ésta que carece de posible continuación. Por eso se resisten a la exhibición de la realidad del embrión eliminado. Necesitan la invisibilidad del embrión para acallar su mala conciencia. También resulta invisible la paternidad. Es cosa de la mujer. El varón está de más.

El País. Editorial. «Primero credibilidad»: El PP se encuentra entre la espada de negar cualquier apoyo político al presidente del Gobierno, en el convencimiento de que su deterioro político facilitará el triunfo electoral de Mariano Rajoy, y la pared de no defraudar las expectativas que la opinión pública ha puesto en un pacto anticrisis.

Como en el caso de la reforma de las pensiones, las decisiones que se abandonan son las correctas. No hay recorte del gasto creíble si no incorpora una congelación de los sueldos de los funcionarios y una simplificación de la fronda burocrática, en el Estado central y en las autonomías.

Las indecisiones y los «fallos de comunicación» son el disolvente más eficaz de la credibilidad del Gobierno. De nada sirve anunciar que habrá una reducción sustancial del número de empresas públicas si la opinión pública se teme que habrá una rectificación de la medida, verbal o de hecho, en cuestión de días o incluso de horas.

ABC. Ignacio Camacho. «El desgobierno»:  Esto no es un Gobierno. No tiene coordinación, ni coherencia, ni criterio. No hay quién dirija. Ni siquiera es una banda de amiguetes porque la mayoría no habla entre sí ni están organizados. El presidente sólo despacha, y por separado, con media docena. La sensación de caos es absoluta; el descontrol, inmenso. El Gabinete como tal no existe ni cuenta con un funcionamiento sistemático; se mueve desde el principio por ocurrencias impremeditadas, por impulsos fugaces que ni siquiera duran horas.

Encerrado en su estrecho círculo de pretorianos, el presidente ha descolegiado el Consejo de Ministros al entregar el mando de operaciones a una comisión tripartita en la que José Blanco ejerce de vicepresidente de hecho sin competencias legales. De la Vega ha caído en desgracia y está cansada, aislada y molesta. Salgado declina responsabilidades y Chaves simplemente no las tiene. Los sindicatos gozan de derecho de veto. Miguel Sebastián sube y baja en influencia según el humor cambiante de Zapatero, que vive refugiado en una burbuja cuyo acceso controla su propio primo.
En este marco de anarquía, el supuesto pacto con la oposición resulta una quimera, un desvarío. Nadie sabe con quién hay que hablar ni para qué. El nuevo tripartito apenas ha podido preparar un papel insultante, un documento que serviría para despedir a un becario. El consenso es una mera categoría propagandística urdida con la intención de diluir responsabilidades.

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