El hecho es que a raíz del tembleque que, con razón, le ha entrado al PP después del ataque de su grupo mediático preferido, el grupo Prisa, con la publicación en El país de una supuesta contabilidad B, se han lanzado a la transparencia. Hoy han hecho públicas todo tipo de declaraciones de Rajoy y, hace bien poco, dieron a conocer las cuentas, oficiales claro, del partido. Es verdad que esto y nada, es lo mismo. ¿Se imagina alguien que las declaraciones de hacienda de Rajoy u otros líderes estuvieran mal? ¿Alguien puede pensar que las cuentas oficiales del PP mostraran pufos? De todos modos bienvenido sea este esfuerzo de normalidad obligado que ha hecho el PP después de tantos años de existencia, se lo han arrancado a gritos.

Sin despreciar pues el mérito de adelantar al PSOE en transparencia aprovecho para comentar que me causa extrañeza, o mejor escándalo, que los gastos de personal hayan subido en plena crisis un 19 por ciento (de 29,2 millones a 34,8). Allá ellos, una vez más demuestran que lo de la crisis poco les suena. De todos modos, lo que no tiene perdón de Dios es que sus mayores ingresos -135,5 millones de euros- los registró el PP en 2011, año en que ganó las elecciones generales por mayoría absoluta y en el que recibió 49,2 millones en subvenciones electorales y 70,7 en otras subvenciones públicas en función de su representación en las Cortes y los parlamentos autonómicos. A mi se me caería la cara de vergüenza en plena crisis desviar de la sociedad y malgastar tanta pasta.

Si bien faltan los datos socialistas, la realidad es que todos los partidos en España cojean de lo mismo: cuando se trata de cuidar su panza todos se arropan, frente a la subvención su hambre es bien voraz. La propia filosofía de la subvención indica la incapacidad y, como no, la inutilidad de una entidad. Cualquier negocio rentable no necesita subvención, cualquier servicio necesario tampoco. Solo necesitas subvención cuando no eres necesario o no eres rentable, es decir cuando simplemente sobras.