Catalunya y Europa, tema zanjado: no

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El hecho es que el 12 de febrero de 2004 la eurodiputada socialista galesa Eluned Morgan preguntó por escrito a la Comisión Europea.

-¿Puede la Comisión confirmar si una nueva región independiente debería abandonar la UEy presentar a continuación su candidatura con vistas a la reintegración?

-Una candidatura de este tipo, ¿implicaría una renegociación de los tratados en una CIG y el acuerdo unánime de los 25 Estados miembros?

La respuesta de la Unión Europea vino firmada por Romano Prodi presidente, en aquel entonces, de la Comisión Europea:

«La Comunidad Europea y la Unión Europea se constituyeron mediante los tratados pertinentes entre los Estados miembros. Estos tratados se aplican a los Estados miembros (artículo 299 del Tratado CE). Cuando una parte del territorio de un Estado miembro deja de formar parte de ese Estado, por ejemplo porque se convierte en un Estado independiente, los tratados dejarán de aplicarse a este Estado. En otras palabras, una nueva región independiente, por el hecho de su independencia, se convertirá en un tercer Estado en relación a la Unión y, desde el día de su independencia, los tratados ya no serán de aplicación en su territorio.

Según el artículo 49 del Tratado de la Unión Europea, cualquier Estado europeo que respete los principios establecidos en el apartado 1 del artículo 6 del Tratado de la Unión Europea podrá solicitar el ingreso como miembro de la Unión. Una solicitud de este tipo requiere, si es aceptada por el Consejo por unanimidad, la negociación de un acuerdo entre el Estado solicitante y los Estados miembros sobre las condiciones de admisión y las adaptaciones que esta admisión supone de los tratados. El acuerdo está sujeto a la ratificación por parte de todos los Estados miembros y del Estado solicitante».

Se puede decir más alto pero no más claro, la respuesta es NO y lo saben. ¿Por qué mienten?

Con la Iglesia hemos topado

1742976f41bcb1d21b0f3a7115881b04El hecho es que un grupo mediático pequeño y privado ha conseguido hacerse un hueco en el difícil panorama de la comunicación en España. Primero fue una radio económica, después una televisión con vocación generalista y al final un diario de información general. Más de trescientos profesionales, un pelín jóvenes e inexpertos, aprendiendo mientras competían en un duro mercado. La televisión fue pionera en alguno de los programas más prestigiosos hoy en España, como tertulia política ‘El Gato al Agua’ lideraba su franja y, en lo deportivo, ‘Punto Pelota’ era y es la indesbancable referencia. En el ADN del grupo hay un ideario, público por cierto, y una necesidad para ser, respirar y crecer: la independencia.

Es bien sabido que la independencia política se paga -y se paga muy cara-, la publicidad institucional nunca llega, pero probablemente es difícil creer que la independencia religiosa se paga aún más. Si el no obedecer a un gobierno te veta suculentos contratos, el no obedecer a un obispo te pone en el punto de mira de unos ataques que, por eclesiásticos, son mucho peores; corruptio optimi pessima, que para mi terrenal cultura quiere decir que la corrupción de una monja la transforma en barragana.

13 televisión, cadena católica pagada por todos los que al menos hasta ahora ponemos la famosa cruz en la conocida casilla de la renta, lleva un tiempo que no solo gasta dinero en funciones que no son propias -qué puñetas hace la Iglesia tirando dinero nuestro en una tele-, sino que por no acatar su obediencia hace lo indecible para hundir a Intereconomia. Copia programa a programa y tienta a profesionales de la cadena con nuestro dinero obligándoles, como condición contractual, a no pisar para nada Intereconomia. Seamos serios: ¿Para esto está la Iglesia?

Viene a mi cabeza, ojalá les venga a la suya, una escena del todo evangélica, Jesús expulsa a los mercaderes del templo de Jerusalén al grito de: Escrito está: “mi casa sera llamada casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones” (Mateo, 21,17) y yo añado otra: «Quien tenga oídos para oír, que oiga» (Marcos 4, 23)