XIII Legislatura


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Acaba de echar a andar las decimotercera Legislatura de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados y Senado de los Senadores, y si bien no he sido nunca supersticioso no sé si lo voy a ser al acabar este periodo político que pinta tan mal. Empieza mal y puede acabar peor. Es empezar mal tener que soportar que quienes atentan contra España sin rectificar en nada sino más bien todo lo contrario ratificándose en su ilegal desafío, ocupen un escaño en estas instituciones clave. Es empezar mal que la primera decisión de la Mesa del Congreso debe ser si, tal como contempla su reglamento, suspender a los cuatro diputados que están en prisión preventiva por actos contra España. Es empezar mal, aunque ya es habitual, que cada uno acate la Constitución, acatamiento necesario para adquirir la condición de diputado, con la fórmula que le venga en gana y en algunos casos sin acatar nada de nada, ya me explicará alguien que tipo de acatamiento es ese: «Con lealtad al mandato democrático del 1 de octubre, al pueblo catalán, por la libertad de los presos exiliados y por imperativo legal prometo», que ha sido una de las formulas utilizadas por diputados de Puigdemont presos incluidos. Es empezar mal que el partido ganador de las elecciones, el PSOE de Sánchez, premie con la presidencia de ambas Cámaras a personajes de dudosa lealtad a España. Es empezar mal que se excluya de Mesa del Congreso a un grupo con más de 24 diputados. Es empezar mal que desde la Presidencia se pase de largo el ‘no acatar nada’ con formulas como la que he citado antes.

No entiendo nada ¿El show de hoy da a entender que nuestra democracia está consolidada o más bien que de opereta? ¿Alguien me lo explica?


Un comentario en «XIII Legislatura»

  1. Nuestra democracia necesita pasar una ITV completa y exigente, sin pasarle la mano, sin condescendencia, como si fuese un coche viejo y que el ponerlo en circulación representa un peligro de muerte, tanto para el conductor como para los demás. Una revisión a fondo de motor y carrocería, de consistencia interna y apariencia externa, del poder legislativo, del ejecutivo y del judicial, que después de tantos años están tan gastados que han formado una amalgama entre ellos que parecen fundidos en una sola pieza y es necesario limpiar bien, cambiar elementos inservibles u obsoletos y separar entre ellos, para que cada uno de los poderes sea independiente y realice su función a la perfección sin injerencias de unos en otros, para que la máquina funcione correctamente. En definitiva, nuestra democracia tal como está en estos momentos, no es democracia, sino un cacharro que está para el desguace, a no ser que empecemos a buscar recambios nuevos y a reemplazar los viejos y desgastados.

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