Zanahoria política


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Las reacciones a la ocurrencia de la ‘consulta trapera’ de Mas indican claramente que no le ha gustado a nadie. Sus socios en el presunto motín no la aceptan; sus opositores políticos se ríen de ella. Algunos recuerdan el primer ‘referéndum independentista’ que tuvo lugar en Arenys de Munt y que marcó lo que han venido siendo los distintos referendos municipales: una participación que no llega al 30% con un resultado favorable que supera el 90%. Vamos, lo normal en las democracias asentadas de las sociedades libres.

Tengo claro que dos son las coordenadas que marcan las ligerezas de Mas: No perder el liderazgo separatista en favor de Esquerra y no saltarse la ley, pues inhabilitado se pasa mucho frio. Si no fuera por el esperpento, la salida sería genial: Lidero una consulta paripé que gano por amplia mayoría y al mismo tiempo convoco elecciones con lista única que encabezo yo y así tengo cuatro años más para seguir viviendo de la mamandurria secesionista y, por supuesto, pasaré a la historia como el más gallardo de los presidentes catalanes. No ha colado; la maniobra que pretendía con la zanahoria de la consulta-comedia que era ganar las elecciones aunque fuera liderando un tuttifruti político, ha sido descubierta. Esquerra no irá detrás de Mas, ni ellos ni los demás le darán los votos para seguir presidiendo Cataluña. Mas ha inaugurado el periodo preelectoral que culmina con su caída, con la casi extinción del partido que fundó un tal Pujol -ahora carne de juzgado- y con Cataluña hundida.

No entiendo nada. Se acercan las elecciones locales y todo hace presagiar el derrumbe convergente. ¿Nadie en su partido es capaz de alzar la voz para rectificar la deriva y salvar aunque sea una pequeña alcaldía? ¿Alguien me lo explica?


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