La señora del PSOE

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Todo ha ocurrido muy rápido y parece que seguirá siendo así. Hasta hace bien poco José Antonio Griñan era presidente del PSOE, presidente de la Junta de Andalucía y Secretario General del PSOE andaluz, la federación más importante del PSOE sin duda. De golpe y casi sin previo aviso Griñan decide abandonar el barco y en pocos meses es sustituido en la presidencia autonómica por Susana Díaz, joven -no llega a los cuarenta años- abogada sevillana, cuya vida profesional siempre se ha desarrollado en el ámbito político andaluz. A nadie se le escapa que este terremoto político tiene mucho que ver con los ERE de Andalucía y que la salida de Griñan obedece a su posible imputación en esta trama corrupta. Hay que suponer que, a pesar de que Susana ha ocupado cargos de responsabilidad en la Junta, consejera de Presidencia nada menos, habrán escudriñado a fondo para asegurarse que ni siquiera está salpicada de lejos por este morrocotudo escándalo récord guiness de la corrupción en España.
Detrás de Susana Diaz está en PSOE andaluz y esto implica que está aquella federación socialista sin la cual no hay posibilidad dentro del PSOE de decidir nada. Ella de hecho es la que más manda en el PSOE, es la que tiene el poder, que importa más. Con esta hábil jugada tenemos actualmente solo dos presidentes autonómicos del PSOE de los que solo ella es mujer. Recordemos que desde que accedió a la presidencia andaluza, el 7 de setiembre pasado, ya está lanzando mensajes de carácter nacional, señal cierta sin duda de que aspira a ser en un futuro candidata a la presidencia de Gobierno, el único problema es cuando. Los ciclos de lideres políticos cabeza de partido en España suelen superar de largo los doce años: cuatro u ocho de candidato en la oposición y o otros tantos o más en el gobierno. ¿Tendrá, la que tiene más poder en el PSOE, la paciencia necesaria para esperar ese tiempo dejando adelantarse por otro candidato o simplemente requemará a Rubalcaba y lo tendrá de regente haciendo tiempo para preparar en tiempo y forma su personal asalto al poder?

El día de los ‘ex’

73e980c50c9e8e6293405b7f1235846fHoy han coincidido en Madrid dos expresidentes de Gobierno presentando sendos libros. Bien por ellos que no solo saben escribir, sino que lo hacen. No sé si es simplemente mala pata que coincidan y deban repartirse el espacio dedicado por la prensa a este tipo de efemérides o es la providencia que quiere que el trago amargo sea en un único día.

Además de compartir la presencia mediática propia de aquellos ilustres que presentan un libro haciendo el correspondiente bolo en cadenas de radio, ambos dos han coincidido en declarar que no tienen intención de volver a la política activa y, faltaría más, han dejado a sus sucesores recaditos que los dejan muy en entredicho: los ven poca cosa.

Felipe González, que para los muy suyos sigue siendo el summum de estadista casi nunca ha permanecido callado y pese a que dejó el gobierno con un fuerte tufo a corrupción y a desastre económico, la actuación de algún que otro sucesor suyo ha estado a punto de llevarle a los alteres políticos. De su amigo Rubalcaba ha dicho  que es «la mejor cabeza política de España» pero, esos peros suelen ser más que terribles, «tiene una crisis de liderazgo», aseveración que a pocas horas de la Conferencia Política del PSOE cumple estrictamente el aserto de que ‘quien te quiere te hará sufrir’.

Lo de Aznar es parecido, cada vez que habla sube el pan y tiembla Génova y, si no fuera por el proverbial temple de Rajoy, éste tendría frecuentemente problemas coronarios. Amado por los muy suyos y odiado por sus contrarios, el personaje se las trae. Con grandes aciertos como dirigente político y jefe del ejecutivo, acabó como acabó probablemente por simple engreimiento.

A pesar de lo dicho, tengo que reconocer que cuando hablan me gusta y, cuando con más o menos sutileza, ponen nerviosos a sus delfines, me suelen resultar encantadores. En el fondo, no nos engañemos, si sus sucesores lo hicieran correctamente bien poca chance tendrían sus estocadas.

El faisán voló

 

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He dudado hasta última hora si comentar la sentencia del caso faisán o recordar mi inocente infancia y gritar: mamá, caca. Sin desistir de lo último y excluyendo a mi mama, que está a seiscientos kilómetros  cerca de Barcelona y ya sufre lo suyo, el grito fecal me perece de lo más apropiado. Qué es sino una boñiga semejante bodrio de sentencia. Y que conste que respeto a los jueces y, si me afectara, acataría la sentencia, frase de manual de  todo político que quiere escurrir el bulto cuando le preguntan acerca de un procedimiento judicial, pero de ahí a comer heces va el infinito.

Me dicen próceres juristas que no debo confundir «justicia» con «derecho» y así es. Los tribunales aplican el derecho y alguna vez dan con la justicia. Estoy de acuerdo, aunque mi duda transita por otros derroteros: ¿El derecho va sobre los hechos o sobre las intenciones? ¿El derecho juzga los deseos? ¿Si tengo buena intención puedo actuar mal a sabiendas? ¿Si busco el bien social puedo cargarme a cualquier mal bicho? Podemos vestir la argumentación como nos dé la gana, de hecho el refranero lo sentenció hace muchísimos años: ‘quien te quiere te hará llorar’, y por tanto añado yo: toma cuchilladas para que te vuelvas bueno. Probablemente la síntesis de la sentencia es que la Audiencia Nacional eleva a criterio jurídico que el fin justifica los medios. Vaya salvajada.

Los hechos del faisán los conocemos todos. Ahora la sentencia da por probado que existió un chivatazo para no interferir el proceso de negociación con ETA y se queda tan pancho. Es alucinante, reconocen un delito que nadie reconocía, pero no condenan a los presuntos por la parte sustancial del delito. En fin, ellos sabrán, ahora empieza el show de los recursos, marear la perdiz -faisán en este caso-, y años y más años hasta el olvido. Mientras el Estado habrá digerido otro excremento más y ya van tantos que sufro con razón por su aparato digestivo. Nosotros, los ciudadanos de a pie, seguiremos pensando, cada vez con más hechos probados, que la política manda en la justicia.