Ahora el perro


Ebola_Excalibur

Nos enzarzamos en todo. Por si fueran poco las discusiones sobre la conveniencia o necesidad de haber traído a los misioneros a España, sobre los recortes en sanidad, sobre la formación del personal médico, sobre los protocolos de actuación, sobre la idoneidad de la ministra, sobre la capacidad de gobernar del PP o sobre el lucero del alba… ahora toca discutir acaloradamente sobre ‘excalibur’, el perro que dulcifica los días en este valle de lágrimas de Teresa y Javier, matrimonio sin hijos, que ha tenido la desgracia de coincidir en la trayectoria vital de un virus ébola. Por si fuera poco el pesar de la enfermedad de Teresa y la intranquilidad del posible contagio de Javier,  ahora la autoridad competente quiere privarles de su adorada mascota. Sacrifíquenlo ha dictado la justicia a petición del gobierno. Pero ¿tiene el virus? Si lo tiene, ¿puede contagiarlo? Da igual, la sentencia está echada: adiós perro.

No tengo dudas que ante un riesgo objetivo la solución de sacrificar al animal, que no a un humano enfermo, es perfectamente ética, lógica y asumible. Tampoco tengo dudas de que para un político el “muerto el perro, se acabó la rabia” es norma de ordinaria actuación, pero, ¿y si no hay rabia? Habría entendido que las autoridades pidieran a Javier que comprobara, por supuesto a su cargo, si Excalibur está infectado o no y que, según el resultado, hubieran actuado en consecuencia: sacrificarlo, o sugerirle una donación a un centro experimental para profundizar sobre el ébola. Han optado por la vía fácil y rápida y no saben la que se les viene encima; solo le faltaba a esta ministra esto.

No entiendo nada. ¿Tan difícil es meditar las decisiones y, al tomarlas, medir bien las consecuencias? Una vez decides traer a los misioneros, ¿por qué no curarse en salud y seguir el máximo nivel de protocolos de seguridad a rajatabla? ¿Alguien me lo explica?


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