Me dice Alba Vila, @albavilalage, periodista


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Empezar por lo básico: reforzar los cimientos de la sociedad

La primera prioridad, ineludible, es la natalidad. España se está quedando sin niños y sin futuro. Los planes de familia se retrasan porque tener hijos se ha convertido en un salto al vacío: sin ser prioridad, sin empleo estable, sin vivienda y con salarios que parecen diseñados para sobrevivir. No hablamos de estadísticas, hablamos de la continuidad misma de la nación.

En paralelo, están nuestros mayores: quienes sostuvieron el país durante décadas y hoy se ven condenados a esperas eternas, residencias saturadas y una soledad que ninguna app paliativa puede arreglar. Una sociedad que presume de modernidad, pero olvida a quienes la hicieron posible, está condenada a convertirse en un espejismo.

Los jóvenes tampoco lo tienen más fácil. Su acceso a la vivienda es una carrera de obstáculos, sueldos bajos y alquileres altos los atan a una adolescencia tardía y forzosa. Hablar de “empleo de calidad” no debería ser un eslogan, sino un compromiso: salarios competitivos, estabilidad real y la posibilidad de ahorrar para construir un proyecto de vida. Les pedimos que estudien, trabajen y formen una familia mientras malviven en alquileres de 40 metros a precio de palacio. Alcobas que les roban su capacidad de ahorro y, por tanto, poder comprarse una vivienda. Un círculo vicioso.

Pero todo esto exige una economía que funcione de verdad. Y eso pasa por reducir impuestos, simplificar la burocracia, eliminar duplicidades y, sobre todo, recordar que el dinero público no es de los políticos, es de los ciudadanos. Deberíamos eliminar de nuestro lenguaje el “dinero público” y empezar a hablar del “dinero del contribuyente”. La política económica debe hacerse con presupuestos base cero, realistas y con visión de futuro.

En el fondo, lo que se pide al gobierno es algo casi revolucionario: una verdadera vocación de servicio público, de defensa de lo obvio. Gobernar no debería ser la oportunidad de servirse del poder, sino la obligación de servir.

Y en este debate no puede olvidarse algo esencial: los valores. Los que nos dieron cohesión, arraigo y sentido. Las raíces cristianas de España no son una cuestión de nostalgia, sino un recordatorio de que sin principios sólidos (familia, dignidad, responsabilidad) todo lo demás se tambalea.

Sin natalidad, sin mayores cuidados, sin jóvenes con oportunidades, sin economía real y sin valores, no hay democracia consolidada posible. Y en ese escenario, corremos el riesgo de repetir los mismos pecados de siempre con una puntualidad religiosa: los de un país que prefiere aparentar modernidad en lugar de afrontar la realidad.

Alba Vila, @albavilalage. Redactora jefe en El Toro TV y la directora y presentadora del programa «Dando Caña«. 


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