En España se acabó la fiesta y en Cataluña ha empezado el baile, que por mor de la crisis forzosamente será funerario. Casi en simultáneo a la polución nocturna de los resultados de las elecciones catalanas con el batacazo histórico del PSOE en su versión catalana, Zapatero tuvo un sueño: nos íbamos al carajo. Este sueño, inducido o no –poco importa– le hizo, improvisando una vez más, decretar el fin del cachondeo en el gasto y la búsqueda desenfrenada de euros debajo de las piedras. Según su capacidad –mermada, seguro, para interpretar los sueños– tendrá consecuencias eficaces o será uno más de la larga serie de pesadillas que le irán asolando y de las que, no tengan ninguna duda, saldremos todos, a corto plazo, malparados.
Mientras tanto, en Cataluña, unos caras largas y otros caras sonrientes. Esta vez sí, ha habido perdedores y ganadores, nadie lo ha discutido. Perdieron el PSC-PSOE, ERC e ICV –curiosamente los que gobernaban, el famoso tripartito otrora alabado y ahora vilipendiado– y ganaron con claridad CiU y el hasta ahora repudiado PPC. Noche de resaca, desayuno generoso y calmado y empezó la fiesta luctuosa. Para los perdedores la fiesta puede acabar en batalla campal. Para los ganadores, de momento, paz y amor.
El PPC (Alicia) anda acicalándose, poniéndose hermosa. Quiere limpiar de su rostro la huella de los años y de su mala vida pasada para así poder encontrarse cómoda y deseable frente al conquistador. CiU (Artur Mas) –en capilla– se muestra tranquilo y dicharachero, humilde, para conseguir la presidencia del Parlament y una investidura lo más calurosa y barata posible.
En ERC las aguas bajan muy revueltas, Carod-Rovira y los demás apestados quieren simplemente arrasar el tenderete, mandarlos a galeras y empezar de nuevo. Y en el PSC, después de digerir lo indigerible y ante el sálvese quien pueda, los sufridos grumetes achican agua con ahínco y sin parar de soñar con mantener su poder municipal, que es mucho, y aconsejan calma, calma tensa, hasta después de las elecciones municipales. El partido se debate entre hacer limpieza y desmontillar su estructura, o esperar para ver quién sale vivo y vencedor en la siguiente batalla, y entonces no solo harán limpieza ideológica, sino también generacional, harán limpieza a fondo. Los nuevos capitanes serán los victoriosos jóvenes alcaldes, tropa leal, sin duda, para una joven ex ministra.