Me dice Paco Segarra (@CoronelPakez), publicitario, escritor, estrategia digital y periodista por hobby

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Me resisto a utilizar el término «pandemia»: tengo la intuición que te dan 40 años de oficio publicitario. Se ha querido meter miedo y se ha logrado. Pero mi balance es muy positivo en lo que importa de verdad: la vida espiritual, aunque esta sociedad no la tenga en cuenta y se ocupe solo de dos cosas:

-El culto al cuerpo y a la salud.

-El culto al dinero. 

El humilde hermano Coronavirus ha mandado a esos ídolos al fondo del pozo y la gente ha entrado en pánico. No tienen nada más y no creen en nada. Obedecen como borregos porque no tienen algo superior por lo que dar la vida. En este sentido, los rebeldes y desobedientes son nuestra última esperanza: sin ellos, el Estado Leviatán aplastará toda libertad bajo el peso de su bota, sea ésta Nike o Adidas; y los borregos agradecerán que se les pise en nombre de la «higiene solidaria». Estamos ante uno de los mayores experimentos de ingeniería social de la Historia. Por primera vez, se ha corrompido el sentido de la cuarentena, que era aislar a los enfermos, no a los sanos. ¿Vivir en la opresión? Rebelión. Sin libertad no hay vida, no hay ser.

Me dice Alberto G. Ibáñez, escritor y ensayista, autor del libro “La Leyenda negra: Historia del odio a España”

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¿Virus biológico o Virus cultural?

La pandemia nos ha pillado distraídos, sin planes de contingencia probados, sin ensayos, sin investigación suficiente sobre estos asuntos, aturdidos con otras cosas… Como el cuento de Pedro y el lobo, nos habían avisado reiteradamente que una de las principales amenazas para nuestra supervivencia podía ser una epidemia (Ébola, MERS, SARS, gripe aviar…). ¿Por qué no estábamos preparados?

El “arte de gobernar” consiste no sólo de no crear problemas nuevos y resolver los existentes, sino también de prevenir amenazas y prepararse para afrontarlas aunque éstas nunca ocurran. El problema es que alertar de los riesgos no gana elecciones. Por el contrario, si te cuelgan la etiqueta de agorero puedes darte (política o socialmente) por muerto. Prepararse para lo que nos pueda deparar el futuro no está de moda (“ya se verá cuando llegue”), y es aquí donde aparece el virus cultural. B. Ehrenreich ya planteó que la crisis de las “subprime” (2007) estuvo relacionada con la moda que logró que muchas empresas (y gobiernos) decidieran contratar a gurús del pensamiento positivo, aparcando los métodos tradicionales de la estrategia racional o los mapas de riesgos. Las cúpulas directivas se llenaron de visionarios refractarios a cualquier análisis de posibles fracasos. En el ámbito de la política, parece que sólo cabe hablar de posibles amenazas si se puede encontrar un culpable que no pertenezca a nuestras filas. El problema de los virus es que no puede achacarse su responsabilidad a la oposición, al pasado o al capitalismo, por lo que su combate queda fuera de los programas electorales. 

En el “juego” electoral, la demoscopia, la mercadotecnia, la imagen o la propaganda pueden ser útiles para ganar votos; son admisibles hasta las ocurrencias, las improvisaciones o hacer promesas imposibles y medidas populistas. Pero gobernar es el “arte de lo posible”, exige capacidades y conocimientos específicos, sólo caben estrategias bien trabajadas, propuestas con contenidos sólidos, previsión, planes de riesgo, trabajar con rigor sobre datos ciertos, ser pro-activos y transparentes, rodearse de los mejores en cada política pública y, llegado el caso, hasta tomar decisiones impopulares. En las elecciones cuentan principalmente las encuestas, para gobernar cuenta hacer bien las cuentas.

Pero nuestra clase política no son marcianos que descienden del cielo cada cuatro años para abducirnos. Ciertamente esta crisis ha revelado que entre nosotros existen muchos héroes anónimos (los “guerreros del COVID”) que son capaces de dar lo mejor de sí y hacer frente a la adversidad, pero los políticos son hijos e hijas de la misma sociedad y comparten, en proporción, sus mismas virtudes y miserias. La respuesta institucional que hemos dado se relaciona con las fortalezas y debilidades que atesoramos como sociedad. Importa identificar sobre todo estas últimas para poder combatirlas: individuos narcisistas y contradictorios, actitudes ingenuas y livianas (“eso nunca ocurrirá aquí”), pensamiento superficial y ligero, diagnósticos simplistas frente a problemas complejos, huida de la responsabilidad, una moral ambivalente que sirve lo mismo para demandar mejores pensiones para nuestros mayores que para legitimar el dejarlos solos ante el peligro… Y sobre todo, una creciente división en bloques en lugar de más cohesión y solidaridad… ¿qué clase de virus cultural nos aqueja a los españoles que nos impide actuar todos juntos para hacer que España funcione como una locomotora fiable y segura?

En época de turbación conviene reaccionar con templanza. Entre un optimismo ingenuo y un pesimismo paralizante, apostemos por un realismo que actúe sobre el sentido común y el interés general. Nos han engañado diciéndonos que la vida es fácil y que la ciencia resolverá mágicamente nuestros problemas. Por el contrario, la vida sigue consistiendo, hoy como ayer, en luchar contra nuestros dragones internos y externos. Hemos olvidado las lecciones que nos ofrece gratis la historia de quienes tuvieron que enfrentarse a crisis y amenazas incluso más grandes que ésta. Si nuestros antecesores nos han permitido llegar hasta aquí, nosotros tenemos que preparar el mejor escenario que acoja a los que nos sucederán. Por de pronto no estaría de más recuperar la tradición romana de que un siervo acompañe a los poderosos recordándoles permanentemente que son mortales e imperfectos.

Iñaki Ellakuria: ‘Se trata al ciudadano como menor de edad’

Conversación tranquila de @jmfrancas con Iñaki Ellakuria (@iellakuria), periodista y columnista de El Mundo, nacido en Barcelona en 1978. Ha trabajado en La Vanguardia, ABC y EFE. Ganador del Premio Internacional Rey de España de Periodismo en 2006. Colabora con RTVE, Rac-1, Esradio, Letras Libres, y TreceTV. Coautor de los libros La Guerra Ignorada (Debate, 2008) y Alternativa Naranja (Debate, 2015). Participante en MIRADAS ANTE LA CRISIS DEL COVID-19 del Club Tocqueville.

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JMF: ¿Te esperabas lo que está ocurriendo con el virus maldito?

IE: No. Como millones de personas, ingenuo de mi, confié durante semanas en la afirmación del Gobierno y sus científicos de cabecera de que el Covid-19 era “una gripe fuerte”. Y si bien es cierto que cuando vi lo que estaba sucediendo en el norte de Italia pensé que nos íbamos a enfrentar a un problema gravé, creía que el impacto del virus procedente de China sería menor.

JMF: Sorpresa solo sanitaria entonces…

IE: De políticas sanitaria y científicas. Las decisión de actuar o no, de cómo afrontar esta crisis son políticas. El Gobierno británico recibió en 2019 un detallado informa sobre el riesgo de una pandemia mundial. Lo desoyó, más preocupado de su aquelarre identitario del brexit. ¿Y los científicos españoles? ¿Todos estaban en la inopia o tampoco fueron escuchados? Yo me inclino a que les sucedió como a sus colegas británicos. Y una sorpresa por la debilidad global de nuestro sistema, incapaz de dar respuestas propias del siglo XXI a un virus.

JMF: ¿Qué respuestas piensas serían propias del siglo XXI?

IE: La utilización de la tecnología (big data, macrocomputadores…) primero para haber prevenido la crisis que se avecinaba, como en parte sí hicieron Corea del Sur y Singapur, después para la trazabilidad de los casos de infectados y evitar así su propagación. Ha fallado la anticipación a una enfermedad que en la comunidad científica se tenía en el radar. La solución ha sido encerrarnos a todos en casa, destrozar la economía, y repartir con retraso a la población mascarillas baratas fabricadas en China. Uno esperaba mayor capacidad en sociedades avanzadas como la nuestra.

JMF: ¿Es un problema de la sociedad que de avanzada nada o de sus dirigentes que son de tercera?

IE: Aunque el fallo de los científicos es evidente en esta crisis, si logramos salir pronto de este hoyo en el que estamos cayendo será por los avances tecnológicos y su colaboración con el sector privado (la inversión millonaria de Bill Gates, etc.) en búsqueda de una vacuna y una medicación. El virus ha desnudado sobre todo las carencias de la democracia 3.0, que se fue olvidando de la gestión de la realidad cotidiana para centrarse en la polarizada pugna ideológica, mimetizándose con el debate de las redes sociales. Una burbuja virtual. Hasta que se han encontrado con un golpe de realidad que exige buena gestión. Y empezó el naufragio general, con excepción de Merkel y algo Macron.

JMF: Con el Estado de Alarma y ese gobierno en el poder, ¿peligra la democracia en España?

IE: La amenaza que se cierne sobre las democracia liberal no es nueva. Con el auge del nacional populismo tras la depresión económica que empezó en 2008, y de la que no habíamos salido cuando nos pilló el coronavirus, se ha retrocedido en aspectos inimaginables, como el ataque al pluralismo y una idea nuclear de las democracias: el respeto de las minorías. Como el menosprecio a los parlamentos como depositarios de la soberanía popular. Decisiones tomadas en Polonia o Hungría, el intento del independentismo catalán de declarar la independencia unilateral sin contar con más de la mitad de a población de Cataluña, son sólo algunos ejemplos. Ahora con el miedo por el coronavirus el ataque a la democracia es más que evidente: se vuelve a una idea de estado omnipresente, el Leviatán de Hobbes, al que nos encomendamos para que nos salve de esta situación aunque eso suponga la vulneración de derechos fundamentales y la reducción del ciudadano a mero rehén de su gobierno. El estado de alarma en España es un claro ejemplo: se trata al ciudadano como menor de edad. No se apela a su responsabilidad -como se ha hecho en UK, Alemania, Francia, sino que se le amenaza con el castigo. Además hemos visto ataques desde el Gobierno al poder judicial, la libertad de prensa, la libre empresa. 

JMF: Pedro Sánchez,  ¿es ya ideológicamente uno más de Podemos?

IE: Después del fracaso del llamado Pacto del Abrazo con Albert Rivera, que hubiera significado el primer intento de crear un espacio de centro izquierda alejado de la confrontación de trincheras, Sánchez puso en marcha una estrategia para ir captando poco a poco al votante de Podemos, escorándose para ello en planteamientos de la izquierda populista ajenos hasta ese momento a la tradición del PSOE. Alinearse junto a Podemos en la guerra cultural contra lo que ellos denominaron “las tres derechas de Colón” para acabar absorbiendo a Podemos. Ahora ya en el Gobierno, el marcaje entre Sánchez e Iglesias es evidente (el presidente sabe que su vicepresidente tarde o temprano intentará saltar del consejo de ministros a la calle para liderar el descontento social), también que Podemos está logrando imponer su relato en esta crisis, pese a la resistencia de ministros como Margarita Robles y Nadia Calviño.

JMF: Luego, ¿Iglesias se comerá Sanchez?

IE: Creo que los dos acabarán siendo arrastrados por esta crisis.

JMF: Se ha publicado que nuestro “Gobierno accede a datos de consumo de las tarjetas para cuantificar la crisis”, ¿eso qué es?

IE: Y a nuestros teléfonos móviles. El Gobierno está empezando a traspasar unas líneas peligrosas. De hecho está haciendo aquello que las grandes compañías de Sillicon Valley llevan haciendo lamentablemente desde hace tiempo: controlar y utilizar nuestra huella digital para tener nuestro perfil, conocer nuestro conocimiento y anticiparse. Las novelas de Dick y Ballard hechas realidad.

JMF: ¿Democracia o totalitarismo?

IE: El oxímoron de la democracia totalitaria. O un totalitarismo blando como aplica eficazmente Putin en Rusia que ofrece a la clases medias una falsa sensación de seguridad y mantener unos niveles de confort que les permite seguir consumiendo, ¡endeudándose!, desde sus teléfonos móviles de última generación.

JMF: Mil Gracias Iñaki, Pedro y Pablo acabaran arrastrados por la crisis, pero se pueden llevar a España por delante… Un abrazo y hasta pronto.

IE: Gracias a ti.

Me dice Pedro Aparicio, Ingeniero de Caminos

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LA SALIDA ECONÓMICA DE LA CRISIS. EL SISTEMA DE IRENE MONTERO.

Lo reconozco sin ambages: no puedo con el personaje. No soporto la desfachatez con la que profiere embuste tras embuste, como ese último según el cual España, aunque bate récords de contagiados y difuntos es el país que hace más test a la población. ¿Cabe mayor desvergüenza? Aquí los únicos que disponen de pruebas a voluntad son los miembros del Ejecutivo y sus familias, mientras los demás únicamente accedemos a tal privilegio en caso de extrema gravedad. Pero Sánchez lo afirma sin despeinarse. Ahora estamos en la fase de paso de la «0» a la «1», sin ver por ningún lado los test masivos para que los empresarios sepan que los trabajadores que se reincorporan, estén libres del Covid-19 o ya lo hayan superado y no sean transmisores; porque si un trabajador demuestra que se contagia en el trabajo, ya puede prepararse el empresario canalla; pues caerán sobre el todos los costes e indemnizaciones como si se tratara de un accidente laboral. Al canalla, la ministra le ha parado los pies prohibiendo los despidos en 2020, so pena de devolver las ayudas y ser castigado con el fuego del estado.

Que estamos en cabeza en el número de test, es una boutade y no pasamos del puesto 17º. Es la última pero no es la única mentira o desinformación producida por este gobierno ineficaz sin profesionalidad ni experiencia ajena al cariz político. La penúltima se produce por la información orgullosa de la ministra Yolanda Díaz de que el SEPE ha pagado las prestaciones a 5.2 millones de perceptores. Pues bien, con los datos ofrecidos por el número dos del ministerio, surge una duda: si hay 3,83 millones de parados, y cuatro millones de afectados por ERTE, según ha dicho el presidente del Gobierno, es decir un total de cerca de 7,8 millones de desempleados, y se han pagado 5,2 millones de prestaciones… ¿qué pasa con los 2,6 millones de desempleados que no cobran prestación?, Tampoco veo la cifra en la que se recogen a los okupas y vagabundos con o sin techo que ahora podrán empadronarse dando como dirección los bajos de un puente y así cobrar la renta vital. Todo esto hay que llevarlo a Europa junto con la pérdida de cosechas por falta de temporeros para recogerlas. ¿Entendería alguien que Alemania y Holanda se nieguen a pagar esa desfachatez?, no digamos a fondo perdido.

Contumaz en su deseo de culpar a los demás de no atender sus sueños y deseos, el ¿fumado? del presidente Sánchez busca un Fondo de Reconstrucción, nuevo Plan Marshall, que pasa por crear un fondo de hasta 1,5 billones de euros  financiado con deuda perpetua y adicional al presupuesto de la UE. Evidentemente España necesitará una inyección del entorno de los 350.000 millones para compensar la caída del 12% del PIB que será un suelo razonable para este ejercicio y un paro por encima del 20%, además de tener que renovar más de 200.000 millones de deuda pública a un 1% por encima del coste de colocación de hace un año. Sin olvidar que las cifras del déficit del cierre del año pasado se están revisando al alza porque Bruselas no se las traga y vamos por encima de los 27.000 millones. Con tanta ida y venida de las cuentas, la fiabilidad de Sanchez está en mínimos, por lo que tenemos el peor equipo para el peor momento; cuando toda Europa estará en recesión y por tanto nuestro comercio exterior se resentirá así como el consumo interno, con una demanda de capa caída y con un paro aterrador. La tormenta perfecta.

No en vano entre parados, beneficiarios de ERTES, pensionistas, funcionarios y otros grupos (okupas, inmigrantes sin papeles,…) no productivos, el Erario Público ha de mantener a más del 50% de la población activa. Vamos que 20 millones cobraran sin trabajar de los escasos 19 millones productivos, que incrementada en la economía sumergida menos los nuevos parados, nos llevaran al empate. Por si teníamos alguna duda, el PSOE y sus aliados de la izquierda conformaron ayer la «Comisión para la reconstrucción social y económica de España tras la Covid-19» sin detallar un solo objetivo claro. Bueno, sí, uno: que Pedro Sánchez salga indemne de la crisis.

Pero albricias, no hay que preocuparse pues la ministra de Igualdad, Irene Montero, tras superar la cuarentena, propone una salida antifascista de la crisis; afirmando sin vergüenza alguna que su modelo para salir de esta situación económica, provocada por la epidemia, es la Argentina que acaba de reconocer que no puede pagar nada de su deuda. ¡Pues ya sabemos por dónde vienen los tiros!. No es una propuesta novedosa, viniendo de dónde viene pues ya la escuchamos a la llegada de Manuela Carmena al Ayuntamiento de Madrid, en boca de su concejal de economía Carlos Sanchez Matos. Adda Colau también era partidaria de pagar aquellas deudas que ella estimase que eran justas. Con este sistema nuestra deuda que alcanzará 1,2 billones de euros, el 113% de nuestro PIB, podríamos reducirla a nuestro antojo hasta un 60%, similar al que tienen Holanda y Alemania. Una reducción de medio billón, que haría innecesario que no tuviesen que prestar con condiciones e intervenir. Enfrentarse a la UE no les fue bien a los podemitas helenos ni a sus ciudadanos. Como el 48% de nuestra deuda está en manos de inversores extranjeros, seguiríamos manteniendo la del BCE, Banco de España y banca privada española. Solo se rechazaría la de los fondos buitres y la de los especuladores abusones.

Por si la jugada no sale bien y la UE interviene y fuerza un gobierno PP-PSOE, el Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero está emplazando a los chiringuitos feministas afines a que nada más termine el estado de alarma por el coronavirus soliciten a las distintas Administraciones una prórroga de las subvenciones recibidas para así poder acometer las actividades canceladas en estas semanas. Instruye de este modo a sus chiringuitos a hacer caja y preparase un futuro para seguir viviendo del dinero público. Recordemos los consejos de Iñigo Errejón para hacer caja cuando están en el poder como fondo para cuando lo pierdan. Cajas de resistencia. Todo está inventado.

Me dice Ángel Alcázar, industrial retirado

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Totalmente de acuerdo con María Castellano Arroyo. Ayer tuve que salir a la calle, después de meses de confinamiento y encuentro que al menos el 50% de las personas van sin mascarilla y guantes prácticamente los llevan un 20% a lo sumo. Cuando oigo decir a algún político, casi todos, que el pueblo español es admirable por su disciplina, me quedo asombrado. ¿Es que estos señores no salen a la calle? ¿Acaso es políticamente incorrecto decir la verdad, al menos en este caso? Somos un pueblo que si no es por obligación no hace caso de las recomendaciones. ¿Qué estamos esperando para sacar una norma que obligue a todos los ciudadanos, que salgan a la calle, por el bien de todos, a llevar mascarilla puesta?  ¿Cómo es posible que tanto cretino no se dé cuenta de la terrible realidad?

Lo que a continuación escribo no es mío, lo he recibido de otra persona que me lo ha mandado por WhatsApp, pero es totalmente cierto hasta en sus menores detalles, es más se queda corto, podía haber añadido que en algún caso los pulmones quedan tan dañados que es preciso hacer trasplantes. 

‘Copio y pego’ el esclarecedor escrito que he recibido, real en todas sus manifestaciones:

“Todavía después de tantos fallecimientos, la gente no se toma en serio esto que por desgracia nos está pasando. A ver si explicándoselo de esta manera lo entienden de una vez. Se habla de reanimación o ventilación pero mucha gente no sabe de lo que en verdad se trata. No se trata de una máscara de oxígeno puesta en la boca mientras usted disfruta acostado pensando en su vida. La ventilación invasiva para el COVIC 19 (intubación que se hace bajo anestesia general) consiste en quedarse 2 a 3 semanas sin moverse, muchas veces boca abajo (decúbito prono) con un tubo en la boca hasta la tráquea y que le permite respirar al ritmo de la máquina a la que está conectado. Usted no puede hablar ni comer ni hacer nada de forma natural. La molestia y el dolor que siente necesitan de la administración de sedantes y analgésicos para asegurar la tolerancia al tubo. Durante el tiempo que el paciente necesite la máquina para respirar todo esto mediante un coma artificial. En 20 días de este tratamiento en un paciente joven, la pérdida de masa muscular es del 40% y la reeducación será de 6 a 12 meses, asociado a traumatismo de la boca o de las cuerdas vocales. Es por esta razón que las personas ancianas o ya frágiles no aguantan. Si llegaste hasta aquí, te agradecería compartieses para que entre todos tomemos en serio esto, ahora que se está volviendo a salir… que sigan por favor las indicaciones y se lo tomen más en serio”.

Gracias Mariángeles Vigil Hurtado por pasármelo y poder seguir haciéndolo público.

Me dice Eloi Castellarnau, socio director de Castellarnau Abogados Penalistas

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RESPONSABILIDAD PENAL EN Y DE LAS RESIDENCIAS

Papiros, pergaminos, vademécums, obras, denuncias, investigaciones de la fiscalía y hasta tratados corren por doquier sobre la posible responsabilidad penal en y de las residencias de personas mayores. Y ello por cuanto se advierte una suerte de morbosidad profiláctica a la par que se enciende el hooliganismo partidista que cada ser lleva dentro, cuando se trata de la cuestión. Se está entronizando una situación, que debería pedir calma y sosiego, en una cruzada para ver quién es más responsable y a quién podemos y debemos pedirle una pena de prisión más elevada 

Ahora bien, extramuros de esta aquelarre peticionaria, ¿qué hay de cierto y de sustantivo en cuanto a la responsabilidad penal por las muertes de las personas internas en residencias de ancianos? 

En primer lugar debería hacerse hincapié en que hay una posible doble responsabilidad y una dualidad de situaciones que nos proyectará sobre dos posibles responsables (como así está sucediendo): la posible responsabilidad en las residencias, producto de falta de material, falta de suministros, fármacos, utensilios, etc. que no dependan expresamente de las mismas, cuya responsabilidad deberá atribuirse a la administración, autoridad o funcionario público al que se le solicitó el suministro (y por extensión al superior jerárquico del que dependiera la efectiva distribución de los mismos). En este caso hablamos de posibles fallecidos a causa de que el material sanitario, a pesar de haberse solicitado no llegó a su fin (art. 412.3 Código Penal). 

La segunda responsabilidad es de la residencia en sí. En este segundo supuesto dependerá de la efectiva gestión de la residencia y de si en la misma se adoptaron protocolos adecuados, cómo se gestionaron los pacientes, bajo qué controles médicos, etc. Los responsables son directamente las personas que tenga el mando, que hayan tomado decisiones y las hayan ejecutado en el sí de la residencia provocando, si fuera el caso, el fallecimiento o bien por una mala praxis en el tratamiento de la enfermedad o bien en una selección de los residentes a quienes tratar en función de parámetros que pueden ir desde la longevidad, afectación de la enfermedad, posibles secuelas, otras enfermedades concomitantes, etc. (art 196 Código Penal).

Cómo podrá observarse, el mapa de situaciones concretas que pueden darse es casi infinito. Pero en todo caso lo que deberá tenerse siempre en cuenta es que, el derecho penal sólo actuará y se depuraran responsabilidades en los casos más graves, dónde aquellas personas que tenían el “dominio del hecho” sobre la situación operaron de manera manifiestamente negligente, y por negligencia no me refiero a un frenético y colérico sentimiento de injusticia y de desamparo (muchas veces legítimo), sino que habrá que estudiar de manera concreta las actuaciones de los sujetos implicados. Y se va a requerir, que se objetive esa negligencia y que además sea consecuencia directa de la muerte. No podemos orillar que el bien jurídico que se protege es la vida, principio y fin del ser humano, y que para acabar imputando una muerte, deberá probarse la causalidad de mi conducta directamente atribuida al traspaso de la persona en cuestión. Así, algunas investigaciones iniciadas por el Ministerio Fiscal ya han sido sobreseídas, por falta, precisamente de actuación directamente atribuible a la muerte. Otra cuestión será la responsabilidad a nivel administrativo (para entes públicos) o civil (para entes privados), cuyas exigencias (sin ser despreciables) son más relativas en cuanto a la exigencia de responsabilidad por negligencias. Sea como fuere, estamos al principio de un camino, cuyo fin es ahora, inalcanzable a simple vista. 

Me dice María Castellano Arroyo, catedrática de Medicina Legal y Forense

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Unos vídeos de mi amiga la Dra. Teresa Calvo, en Internet, en los que enseña cómo hacer mascarillas y solicita encarecidamente su uso, junto a los guantes, me ha llevado a haceros llegar estas reflexiones.

Estoy indignada por la omisión de los que nos gobiernan y tienen el deber de protegernos, en este momento, en la lucha contra esta pandemia que sigue siendo una gran amenaza. Seguir combatiéndola y potenciar las medidas de prevención de nuevos contagios, es fundamental. Me refiero en concreto al hecho de que no sea obligatorio el uso de mascarillas y guantes para salir del domicilio. Sales a la calle, y más de la mitad de las personas que circulan lo hacen sin ninguna protección. Esto no se puede tolerar; se ponen ellos en peligro, pero ponen en peligro a los demás. Todos los organismos, instituciones y particulares con capacidad de influencia y de difusión, tienen ahora,  el deber de proclamar este mensaje. Vamos a entrar, de forma precipitada, en la Fase 1, que permitirá más gente en la calle, más establecimientos abiertos y mucho más contacto entre las personas. ESA SITUACIÓN ES DE ALTO RIESGO. Como dicen los sanitarios «No estamos saliendo DE la pandemia, estamos saliendo CON la pandemia».

Pensemos en quienes han hecho el mayor esfuerzo y sacrificio en esta lucha: los profesionales sanitarios. Más de 43.956 profesionales sanitarios se han infectado; de ellos: 4.835 han necesitado ingreso hospitalario; 570 han ingresado en UCI de los que 470 han necesitado ventilación mecánica y más de 50 han fallecido (estas cifras ya se han quedado obsoletas). Pues bien, los profesionales que no han caído, o que se han incorporado (débiles) tras recuperarse, están agotados física y emocionalmente; se enfrentan a una acumulación de pacientes en las consultas, revisiones, pruebas diagnósticas o cirugías. Imaginad que hubiera un repunte de los contagios. OS ASEGURO QUE LA SANIDAD SE HUNDIRÍA. Y volviendo al inicio: todos estamos comprometidos en una campaña de prevención mediante el uso de mascarillas y guantes. SI LOS POLÍTICOS NO LO HAN CONVERTIDO EN UNA OBLIGACIÓN LEGAL, PENSEMOS QUE PARA TODOS ES UN DEBER MORAL. 

Me dice Pol Victoria, de la Escuela Austriaca de Economía y autor de ‘El Manifiesto Austrolibertario’

Me preguntan, como economista que soy, cuál es la política económica que yo recomendaría para España, un país que se está hundiendo en la pobreza de manera acelerada desde la gestión política de la crisis del Coronavirus. Y no es el único en esta situación. Me podrían preguntar lo mismo sobre la gran mayoría de países del mundo hoy día.

Pero yo soy austriaco, esto es, de la Escuela Austriaca de Economía, y para nosotros este tema es muy sencillo, tan sencillo que ningún político lo quiere aplicar. Pues, de aplicarse, ¿qué función le quedaría al político?, cómo justificaría su sueldo?, ¿su mera existencia? El político tiene que hacer políticas monetarias, políticas fiscales, políticas económicas, creer que está él a cargo del manejo del bienestar de la población, y así es como justifica su sueldo y su puesto. Hacer creer a la gente que él es necesario para el pueblo.

Casi nadie se da cuenta que quitarlo del sueldo y del puesto es la única política que necesita tu país. Eliminar todo control sobre la economía, toda burocracia y legislación. Quitar todo ordenamiento y regulación. Dejar a la gente libre, dejar a la gente en paz.

Una sociedad que se auto-ordena es una sociedad próspera en tiempos normales. Y cuando vienen tiempos duros que atacan la prosperidad, es una sociedad que sabe reaccionar más rápido y más eficientemente que aquella dirigida por el político. Es el individuo, es la familia, es la asociación, es la empresa, es la comunidad, la que se ajusta a las nuevas circunstancias y creativamente produce soluciones a la crisis económica, o a la crisis pandémica o sanitaria. Es la libre interacción entre las personas y entre las instituciones naturales la que produce las mejores respuestas, esas que no sabe producir el Estado desde su centralismo, desde sus alturas, desde su distanciamiento e ignorancia de la realidad real que vive el pueblo allá abajo.

¿Mi recomendación como economista austriaco? Liberen al pueblo de sus cadenas. Eliminen las políticas económicas desde el Estado. Que la política económica sea «la no existencia de política económica». Dejen a la gente auto-organizarse de forma creativa, natural y espontánea, y entonces tanto la crisis de salud cómo la crisis económica tendrán un mejor remedio para todos.

Me dice Leopoldo Gonzalo y González, catedrático de Hacienda Pública y Sistema Fiscal, Miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes

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SANIDAD Y ESTADO AUTONÓMICO

En 2011, y en la Sección Española de la Academia Europea de Ciencias y Artes de Salzburgo, publicamos el Libro Blanco sobre el Sistema Sanitario Español. Partimos para nuestro estudio de la previa aclaración de los fundamentales conceptos de sanidad y salud, así como de los aspectos institucionales que en España se relacionan con tan importante sector social, pues, en efecto, buena parte de la actual problemática en esta materia procede de la falta de claridad acerca de tales conceptos. 

Cuando en Economía hablamos de bienes nos referimos al conjunto de actividades u objetos adecuados para la satisfacción de necesidades humanas –individuales y colectivas-, distinguiendo entre dos categorías polares: la de los bienes privados puros, que ofrecen como característica fundamental la “rivalidad” en su consumo (el bien que yo consumo y pago no lo consume otro); y la de los bienes públicos puros, respecto de los cuales no se da tal rivalidad, pues la cantidad que yo consumo de los mismos no disminuye la cantidad disponible para los demás. Cualquier bien apto para la alimentación humana es ejemplo de la primera clase de bienes; la defensa nacional es ejemplo de libro respecto de la segunda. Esto lleva a la dicotomía precios-impuestos como medios de financiación alternativos para la respectiva producción de ambas clases de bienes. 

Pero entre las dos categorías mencionadas existe otra que ofrece características de ambas: la de los bienes llamados de mérito, que R.A. Musgrave relaciona con las denominadas necesidades preferentes. Se trata de bienes tales como la educación y la misma sanidad. Su producción genera, a un tiempo, beneficios individuales y divisibles, y beneficios sociales indivisibles. La administración de una vacuna antigripal a una persona beneficia a esta individualmente, porque la protege del riesgo de contraer la enfermedad, pero desde el momento en que esa persona se convierta en no transmisora de la enfermedad, beneficia de forma indivisible a las personas de su entorno, y éstas a las del suyo propio, y éstas… Una vacuna eficaz es, pues, instrumento idóneo para combatir la difusión de una epidemia. De ahí el interés personal y colectivo por una sanidad pública, sin perjuicio de otra privada. Ambas reman en la misma dirección. Lástima que no contemos todavía con la vacuna que pueda ser eficaz contra el covid-19.

El artículo 43 de la Constitución reconoce el derecho de los españoles a la protección de su salud, atribuyendo a los poderes públicos la organización y tutela de las medidas preventivas y de los servicios necesarios para ello. Pero ¿Qué es propiamente la salud? La OMS la define como el “[…] estado de bienestar físico, mental y social, y no meramente la ausencia de dolencia o enfermedad”, entendiendo por enfermedad: “[…] el proceso de deterioro de la salud, temporal o permanente, que puede llegar a conducir a la muerte”. Queda así abierto un amplísimo campo a la medicina para combatir la enfermedad y conservar la salud de los ciudadanos, de muy costosa cobertura. Máxime si se han de cumplir los imperativos constitucionales de igualdad y universalidad. Las medicinas preventiva, curativa, paliativa, genómica, regenerativa, del deseo, etc., entre las que hoy cabe distinguir, ¿pueden ser todas asumidas por un sistema público de salud? Mas esta es otra cuestión.

Una última precisión. La teoría de los bienes públicos distingue también entre aquellos que proyectan sus beneficios sobre la totalidad del espacio nacional y aquellos otros que lo hacen sólo sobre una parte del mismo. Distingue así entre bienes públicos nacionales y locales. El alumbrado de un municipio es un bien local; la sanidad -lo estamos viendo- es un bien nacional. Tener claros estos conceptos es condición necesaria para el adecuado deslinde de competencias públicas en el ámbito espacial. 

La Sanidad española ha merecido siempre una alta calificación. La veterana revista médica británica “Lancet”, en un estudio realizado en 2017 sobre la “calidad y accesibilidad” sanitaria en 195 países, la situó en el octavo lugar del ranking, con 90 puntos, los mismos que Suecia, Austria, Noruega y Finlandia. Sin embargo, su evidente incapacidad para afrontar la actual pandemia, no es sólo consecuencia de la imprevisibilidad y vertiginosa propagación de la misma, sino de su actual estructura organizativa, producto de su descentralización a favor de las diecisiete comunidades autónomas que disfrutamos y contraria a la propia naturaleza de la sanidad como bien de mérito nacional. En un Estado unitario, la desconcentración de sus funciones supone su transferencia interorgánica en sentido descendente, pero dentro de la misma persona jurídica del Estado, que conserva su poder de decisión y coordinación, al contrario que la descentralización, consistente en una transferencia competencial intersubjetiva y, por tanto, entre personas jurídicas diferentes. Quienes hemos trabajado en las administraciones educativa o sanitaria antes del experimento del sistema (¿?) autonómico, sabemos de la eficiencia de las tradicionales delegaciones provinciales que, con diversa denominación, funcionaron en España desde 1833, y aún antes. Claro que un sistema centralizado eficiente presupone, en todo caso, un gobierno central cualificado y capaz. Algo con lo que, por desgracia, no contamos hoy.

Son numerosas las distorsiones de nuestro fragmentario y aparatoso sistema sanitario. Según cada comunidad autónoma, la cartera de servicios puede diferir, lo que reviste especial gravedad en relación con los tratamientos costosos y suele llevar a los pacientes a empadronarse en comunidades distintas a la de su residencia habitual. Los efectos frontera están a la orden del día. No hace mucho, desde Aragón Oriental, se pedía al Gobierno del Estado que su población pudiera ser atendida en Lérida, pues por desavenencias políticas en la Franja eran necesarias “seis horas de coche para recibir tratamientos radiológicos”. Número de camas hospitalarias, aparatos de tomografía axial computerizada o resonancia magnética, dotación de personal sanitario por 100.000 habitantes, y ¡hasta calendarios de vacunación! difieren de unas comunidades a otras. El caso del Condado de Treviño, adscrito administrativamente a la Provincia de Burgos a pesar de su inserción geográfica en la provincia de Álava, es conocido: en 2012, falleció una pequeña de tres años por la negativa del Servicio Vasco de Salud a atenderla de urgencia domiciliaria, a pesar de su mayor proximidad al domicilio respecto del Servicio de Castilla-León.

En cuanto a las ventajas de la recentralización de la Sanidad, las mismas son contundentes: mejora de la eficiencia y un más fiel cumplimiento de los principios de igualdad y universalidad. No en vano la Organización Médica Colegial puso de manifiesto, en 2011, que el 70% de los españoles deseaba que las competencias en materia sanitaria volvieran al Estado, por exigirlo así la equidad, la mejora de su gestión y la reducción de su elevado coste. Es de señalar a este respecto el modélico funcionamiento de la Organización Nacional de Trasplantes, precisamente por eso, por su carácter y organización nacionales. El Reginals Authority Index elaborado por la Universidad de Oxford señala que, después de la República Federal de Alemania, España es el segundo país del mundo con más autoridad política transferida a sus gobiernos regionales. La pandemia que nos atenaza, unida a la culposa falta de previsión, la impericia y las manipulaciones políticas de un Gobierno a la deriva, han concluido por romper las costuras de nuestro sistema sanitario. De manera que, paradógicamente, cada comunidad autónoma se ha visto obligada a adoptar, en la medida de lo posible, sus propias estrategias, con el fin de soslayar la probada ineficacia de la Administración del Estado en relación con una materia que, aunque a ellas indebidamente transferida, había pretendido dirigir excepcionalmente el Gobierno. En suma, un auténtico pandemónium.

A la vista de cuanto antecede, cobra actualidad aquella rotunda afirmación de don Antonio Cánovas del Castillo: “la centralización es la civilización”. Ello sin perjuicio, naturalmente, de una adecuada desconcentración administrativa. Y también: siempre que el Gobierno de la Nación sea el idóneo para desempeñar un cometido literalmente vital.

Me dice David Hernández, presidente de POLITEIA (@Politeia_Cat) asociación de policías en Cataluña

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La situación generada por la pandemia del COVID 19 ha evidenciado todas las carencias y miserias del sistema de seguridad español. Tanto el público como el privado. Este último, literalmente, abandonado a su suerte en materia laboral, jurídica y legislativa. Las policías no han sido los únicos damnificados de la deficiente gestión política, los funcionarios de Prisiones, los militares, vigilancia aduanera, etcétera también lo han padecido. La infamia de catalogar a las policías como personal de bajo riesgo, aparte de un absurdo operativo, ha escenificado el grado de respeto político a los diferentes cuerpos policiales. No es de recibo que el sistema policial está obsoleto y que los principios de mérito y capacidad han sido progresivamente destruidos por la clase política pero las declaraciones, acciones y omisiones de algunas cúpulas policiales ha sido lamentables. Las cúpulas policiales están diseñadas en formato piramidal, de forma que sean fácilmente controlables colocando al mando policial adecuado para ellos o en su defecto generando cargos políticos superiores que limiten el margen de acción. Es un modelo policial basado en la defensa de los políticos y sus decisiones más que del marco normativo. los disidentes son represaliados con los omnipresentes expedientes administrativos disciplinarios sobre cuyo sesgo ideológico hay números ejemplos. Con estas premisas y la evidente incompetencia política saltan las dudas evidentes sobre si podría haberse evitado que hayan fallecido profesionales y muchos otros hayan sido contagiados o sometidos a cuarentena. Pero como suele pasar, las cúpulas policiales adictas al apesebramiento han callado sobre las faltas de material, etcétera y nos ha vuelto a salvar la profesionalidad de agentes y mandos que han arriesgado su salud para mantener el orden público. Cuando la pandemia cese y podamos ofrendar el legítimo homenaje a todos los compatriotas fallecidos habría que analizar profundamente el sistema. Es inaceptable que la estructura estatal, autonómica y local se mantenga en pie gracias a los diferentes cuerpos policiales, de prisiones, seguridad privada, militares, etcétera sumándole su notable aceptación popular y luego sean sistemáticamente maltratados a nivel laboral, económico, mediático, jurídico por culpa de las clases políticas dirigentes. Es necesario modificar el sistema hacia un modelo de gestión eficaz porque pueden existir otras pandemias que con el modelo actual nos volverían a coger en fuera de juego. Se necesita invertir más en presupuesto de Defensa, se necesita unificar criterios técnicos y operativos, se necesita una coordinación mínima de las policías locales sin olvidar a los vigilantes municipales (continuamente maltratados profesionalmente cuando asumen competencias superiores a diario), potenciar a nivel nacional a los reservistas militares, equiparar sueldos policiales de una santa vez, hacer caso a los servicios de inteligencia que están para prevenir lo que se avecina, potenciar las disminuidas plantillas de prisiones, dotar de seguridad jurídica a la seguridad privada. En resumen, modificar el sistema piramidal actual, que permite un poder político omnímodo al colocar en las cúspides a los perfiles adecuados, por uno más lineal que evite las cacicadas y obligue a coordinaciones que no dejarán margen a decisiones no operativas.