Pedro Corral: ’En Madrid el hambre hizo desaparecer a los gatos’


Conversación tranquila de @jmfrancas con Pedro Corral (@corralcpedro), periodista y escritor, diputado del PP en la Asamblea de Madrid, donde es portavoz de la Comisión de Cultura. Autor de varios ensayos y novelas basados en la Guerra Civil, como “Si me quieres escribir” o “Desertores”, acaba de publicar  “Vecinos de sangre” sobre la contienda vivida en las comunidades de vecinos de Madrid.

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JMF: Vecinos, ¿pero de sangre?

PC: Sí, evoca el concepto de “hermanos de sangre”. La guerra vinculó a muchos vecinos en su lucha por la supervivencia. Y también, por supuesto, les hizo sufrir juntos el asedio desde fuera y desde dentro que sufrió Madrid.

JMF: ¿Supervivencia o también delación?

PC: Hubo las dos cosas. Las relaciones de vecindad fueron un arma de doble filo. En algunos casos el afecto, la cercanía, la intimidad que da compartir el curso de la vida en una misma escalera o un mismo portal podía dar lugar a un pacto no escrito de socorro mutuo, incluso entre personas de distinta ideología. En otros casos, las casas de vecino reflejaron la fractura provocada por la guerra, donde los rencores, las envidias y los odios sacaron lo peor de algunas personas, tanto en la contienda como después de ella.

JMF: ¿Eso es exactamente una ‘guerra civil’?

PC: Así es. La nuestra no sólo fue en los campos de batalla, sino también en las retaguardias. Creo que quedaba por adentrarse en las casas de inquilinos, en los patios de vecindad, para saber cómo se vivió y sufrió en ellos el conflicto.

JMF: Y ¿cómo se vivió en esos patios?

PC: Las declaraciones juradas de porteros y vecinos realizadas después de la guerra por imposición de los vencedores reflejan con detalle la cruenta represión frentepopulista en los primeros meses de la guerra, las detenciones, los registros, los saqueos. También la creciente falta de suministros, los bombardeos franquistas, la destrucción provocada por estos, las vicisitudes de una “guerra total”, en definitiva. El valor es que están contadas por la gente de a pie, con una impactante inmediatez. Es un fresco humano sorprendente.

JMF: ¿Héroes y villanos?

PC: Hubo de todo, y en ambos bandos. Mucha gente antepuso el principio de humanidad a cualquier otra consideración. Otros, por múltiples causas, por furor ideológico, por simple odio o por miedo, para sobrevivir, se dieron a todo lo contrario.

JMF: Me has hablado antes de durante y después de la contienda, continuo luego esa fractura con venganzas…

PC: Los delatados se convirtieron en delatores, y los delatores en delatados, lo que es lógico después de casi tres años de guerra. Pero también hubo desquites entre vecinos con excusas banales, como denunciar a gente de la casa por insultar a Franco durante los bombardeos de la aviación. Muchas de esas denuncias luego no llegaron a nada porque los vencedores no les daban importancia.

JMF: ¿No hubo represalias generalizadas entonces?

PC: La represión se canalizó a través de la declaración del estado de guerra y el sometimiento de cualquier actuación en el Madrid “rojo” a la jurisdicción militar. Ahí no había medias tintas: cualquier acto, por grave o leve que fuera, era considerado rebelión militar o auxilio a la misma. En Madrid los franquistas juzgaron a cerca de 300.000 personas, el 17% de la población madrileña. Se ejecutaron a unas 3.000 entre 1939 y 1944.

JMF: Represión bastante generalizado entonces… Y durante la guerra, el bando republicano, ¿a cuántos represalió en Madrid?

PC: No hay una cifra cerrada aún, por más que pueda sorprender. Hablamos de entre 8.500, que es el número que da Julius Ruiz, y 24.000, que es la cifra que maneja José Manuel de Ezpeleta, que lleva décadas dedicado a estos estudios. Y todos ellos concentrados fundamentalmente en los meses de julio a diciembre de 1936.

JMF: ¿Represión política o religiosa en ambos bandos?

PC: Política en ambos, religiosa en el republicano. En Madrid fueron asesinados más de 1000 sacerdotes y religiosos, incluido un centenar de monjas. Los jueces de la Causa General franquista hicieron una contabilidad de los asesinados por profesiones y el primer grupo por número de víctimas por la violencia izquierdista eran los obreros, con 2.935 asesinados. No es muy sorprendente viendo las declaraciones juradas, donde se recoge la muerte de toda clase de trabajadores humildes, incluidos barrenderos.

JMF: ¿Obreros? ¿Por qué?

PC: En algunos casos por no haber secundado la huelga revolucionaria de 1934. En otros por pertenecer a sindicatos de derechas o católicos.

JMF: ¿Qué pasó en diciembre del 36 que amainara el terror?

PC: El gobierno republicano había intentado hacerse con el control de la represión desde agosto, disponiendo la creación de sus propios órganos de “limpieza” de retaguardia con los intentaba embridar la violencia de las milicias y sus comités. Después de las matanzas de presos gubernativos, fundamentalmente en Paracuellos, la presión internacional y la propia presión interna llevaron a aminorar sustancialmente la represión, encauzando la persecución de la desafección a través de los tribunales populares y los jurados de urgencia. Es cierto que la represión contra los desafectos continuó emboscada en algunas unidades militares, donde se ejecutaba a los reclutas derechistas o, si la unidad era comunista, a los adversarios de las propias filas republicanas. Constan denuncias de la CNT a Negrín por este motivo.

MF: ¿Cómo era un día corriente en Madrid durante la guerra?

PC: Pongamos que hablamos de noviembre de 1936. Pues es muy fácil de imaginar. Si no te asesinaba de madrugada una banda de milicianos, al día siguiente podía matarte una bomba de los sublevados. A ello había que añadir la escasez de suministros, el frío… En las casas no solo se incautaron las reservas de carbón y leña, sino que se prohibió encender la calefacción en todos los edificios, salvo en los hospitales.

JMF: ¿De qué vivía la gente?

PC: De lo que podía. Si además te habían colgado el sambenito de desafecto, cesándote en tu puesto de trabajo en la fábrica, la oficina o el ministerio, pues aún lo tenías más crudo. El trueque se convirtió en algo cotidiano, lo mismo que las colas para adquirir alimentos, o las excursiones a la periferia a por cardos o plantas silvestres. El hombre aguzó el ingenio. El hambre hizo desaparecer a los gatos.

JMF: Gracias Pedro, no te quito más tiempo, mejor que te lean… Un abrazo.

PC: Muchas gracias a ti, Josep. Es verdad que el libro da para mucho. Sobre todo porque he recogido historias de todo tipo, sobre todas las situaciones y acerca de todos los acontecimientos conocidos de la guerra en Madrid, pero que a través de estos testimonios se reflejan de un modo insólito y sorprendente la mayoría de las veces. Un abrazo.


2 comentarios en “Pedro Corral: ’En Madrid el hambre hizo desaparecer a los gatos’

  1. Me siento identificado con la historia que cuenta Pedro Corral. Un tío mío, don José María Ariza, estuvo escondido en un piso de la calle París, 172 de Barcelona (donde yo nací hace 67 años (en junio). Lo delató un tendero y estando encerrado se casó con la hermana de mi abuela. Tuvieron 11 hijos. Su delito fue ser de derechas, del Opus, y ¿oculista? Me compraré el libro, porque en mi casa hubo asesinatos fríos por parte de los abuelos de los que hoy gobiernan infamemente España.

  2. En el Madrid de 1936 había miedo y hambre, nadie podía hacerle frente a los piquetes revolucionarios que en nombre del gobierno saqueaban, pegaban, secuestraban y asesinaban y nadie sabia de donde procedía la delacion que lo llevaria a la Cheka y al tormento.
    De manera que los madrileños tenían que soportar la guerra y a los mal nacidos que en nombre de la revolución los mataban.
    Por eso cuando el coronel Casado rindió Madrid y los nacionales entraron los sus calles el recibimiento fue apoteosico, por fin los sufridos madrileños recibirían comida, atenciones y sobre todo, por fin dejarían de ver la cara del hijo de puta del del PCE o de UGT que tenia amargado el barrio y que, con un poco de suerte, terminaría siendo juzgado y condenado.

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