Dar la cara

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He seguido el ‘Debate de Política General’ en el Parlament de Catalunya que ha quedado reducido casi en su totalidad a un ‘Debate sobre el Derecho a Decidir’. Parece que en Catalunya todo funciona viento en popa y esto les permite dedicar todo el tiempo y todo el esfuerzo a las cuestiones soberanistas. Basta recordar que en casi un año de legislatura Catalunya solo ha aprobado una Ley y ha tenido que prorrogar sus presupuestos. En fin, ellos sabrán a que juegan, a mi la sensación que me dió, y no sabéis cuanto lo siento, es de niños con zapatos nuevos.

Cada día me encuentro a más gente sensata de allí y de aquí altamente preocupada por la deriva que la política catalana va tomando. Ven crecer el problema y no atisban a ver voces destacadas que se bajen, sin avergonzarse, de este tren que va con velocidad creciente hacia el precipicio. Parece que las únicas opiniones contrarias vienen de fuera y eso más que alertar del peligro facilita la reacción del enrocarse.

En Catalunya hay un sentido de comunidad, para algunos se concreta en ser nación, para otros en ser estado, y para muchos comunidad autónoma con lengua propia sin más; lo que está claro es que sobrepasa el interés individual. Este movimiento, que viene de lejos, está creciendo y está en la calle, basta ver las manifestaciones de los últimos once de septiembre o moverse por la realidad catalana, y los políticos nacionalistas más bien quieren aprovecharse de él para no quedarse al margen. Lo animan y lo protegen con el fin de no perder su liderazgo. Hoy por hoy este movimiento se concreta en el llamado ‘derecho a decidir’ que en síntesis es la manera más políticamente correcta de hablar del derecho a la autodeterminación. Hay que saber que existe, que crece día a día y que necesita una prudente y sabia respuesta.

Si bien es evidente que parte del problema es económico, con solo euros no basta para solucionar la cuestión. Es economía, sin duda, pero también es sentimiento y este solo se llena cuando te quieren como eres y te tratan como tal. Sin una aceptación entusiasta de la peculiaridad catalana la deriva no tiene solución. Los matices son claves y desde fuera, ya lo siento, no se conocen bien. La solución debe partir de los propios catalanes, de aquellos que siendo igual que los otros quieren otro futuro distinto. La imposición externa por mucha ley que la sustente no servirá. Hay muchos catalanes que no hacen del soberanismo necesidad y esos son los que deben dar la cara. ¿A qué esperan?

La ‘Diada’ más liada

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Justo hace un año el éxito de la macromanifestación de aquel 11 de setiembre supuso que Mas se liara la manta a la cabeza y convocara elecciones para acabar con el abrazo del oso, que aún dura, de Esquerra Republicana que espera chuparle toda la sangre.

Este año aún no conocemos la reacción, aunque ya nos va dejando pistas. Mas dice que visto lo de ayer Rajoy tiene un problema. Rajoy tiene muchos problemas pero pienso que este problema le afecta directamente en primera instancia a Mas. Gobernar un país no es solo presidir actos festivos, gobernar un país no es solo lanzar soflamas, gobernar un país no solo es inaugurar cositas. Gobernar es legislar, de momento llevan una ley. Gobernar es priorizar políticas a través de unos presupuestos, de momento ha tenido que prorrogar los del año pasado. Gobernar un país es liderar mejoras de futuro asegurando el funcionamiento de la estructura administrativa, cada pago que hace es un suplicio dado que no tiene un euro en caja.

Mas está pillado entre dos frentes; necesita a Rajoy para pagar sus gastos y al mismo tiempo debe mantener el apoyo de Esquerra para no tener que disolver su gobierno. Las dos parejas no solo no se soportan sino que se repelen. Negociar con Rajoy como está haciendo representa olvidarse de secesionismos y dejar todo reducido a una consulta tan diluida que el propio PP la acepte. Seguir con Esquerra, única opción hoy para seguir gobernando supone enfrentarse al Gobierno central con todo lo que ello supone y perder pronto a Unió y dejar Convergencia reducida a la nada en los próximos comicios. ¿Quién tiene el problema?