El botellazo

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Vaya viaje, nada gratuito por cierto, le ha pegado la superalcaldesa de Madrid a nuestro ínclito Rajoy. Será por aquello de que ya se va, o la echan, que no ha tenido ningún reparo en cantarle las verdades del barquero. Alto, fue; claro, ni os lo cuento; parecía otra. Del «a relaxing cup of café con leche en la plaza Mayor» hemos pasado al ‘a ver si te enteras de una puñetera vez Mariano’. ¡Qué genio!

La señora Botella, muy aznariana ella, le espetó a Rajoy y al PP que esto no marcha; que la tropa está que fuma en pipa; que se debe hacer mejor, peor difícil, y que en el tema catalán y en la cuestión de ETA parecen pardillos, o mejor todavía, parecen del PSOE. ¿Tomarán nota?

Madrid, mucha mierda

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‘Mucha mierda’ es la expresión que en el argot farandulero se usa para desear los deseos de triunfo; me temo que ingentes dosis de fortuna es lo que nuestra capital necesita para resolver el conflicto de la ‘mucha mierda’ -ahora ya en sentido estricto- que puebla sus calles dado que, por lo que parece, la autoridad competente, el ayuntamiento, hasta ahora pasa.

Tengo la sensación que el consistorio de la ciudad más endeudada del mundo, Madrid, decidió comprar duros a cuatro pesetas y para ello apretó a unas empresas que aceptaron el envite entendiendo que siempre hay de donde recortar. Al final las empresas tomaron la vía de en medio, de un extremo más bien, y han intentado bajar costes como ahora se hace: personal fuera y bajar sueldos; y, la verdad, no ha colado.

Si el ayuntamiento no tiene más dinero tendrá que quedarse solo con los servicios básicos, menos servicios sin duda, y no pagar a bajo coste los servicios de siempre y, una vez decididos los que prioriza y escoge, explicarlo a los ciudadanos. Las empresas tendrán que ganar menos, seguramente tendrán que aligerar en personal, aquilatar muy bien a qué se pueden comprometer y a qué no y a hacer bien aquellas tareas a las que se comprometen.

Yo, como ciudadano de Madrid, que pago a mi ayuntamiento, no a las empresas y mucho menos a los que limpian la ciudad, las tasas que me obligan tendré todo el derecho a  exigir a mi alcaldesa que limpien por lo que pago y a los trabajadores si bien les respetaré la huelga, entiendo sus razones, no podré ni aceptar que ensucien más mi ciudad y menos que rompan el mobiliario urbano que, por haberlo pagado, también me pertenece.