La Inmaculada Constitución (artículo publicado en la contra de La Gaceta el 8 de diciembre de 2009)


Corría el año 1854, cuando un 8 de diciembre el Papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, es decir sentó como verdad de fe, que por una gracia singular de Dios, la Virgen María fue preservada de todo pecado desde su concepción. A muchos conciudadanos y políticos esto les suena a chino y no digamos si se les explica que fuimos precursores adelantándonos casi un siglo, pues cuando aún no era dogma, la Inmaculada ya era patrona de España. Es particularmente decepcionante que ayer un niño con cara de sabihondo me hablara convencido de la fiesta de la Inmaculada Constitución. Yo en mis adentros sentí pena de semejante producto LOGSE. Ni batallas de supresión de crucifijos ni construcción de minaretes, la ignorancia es lo que nos devuelve a los primates.


 El puente de la Constitución o el puente de la Inmaculada, son lo mismo pero no tienen nada que ver. La Inmaculada es dogma de fe, la Constitución, no. La Inmaculada nos habla de una madre, la Constitución sólo tiene padres, vaya machada. Aprovecho para recordar que de los siete padres originales ya hemos perdido a dos: Gabriel Cisneros y Jordi Solé Tura, tristes pérdidas de dos hombres comprometidos y libres. La Constitución no tiene nada de inmaculada, ni puñetera falta que le hace, es, como mucho, útil, porque mantiene a los heterogéneos españolitos bajo un manto común, que no es poco. Aunque esto ya sea mucho, la Constitución no es una verdad eterna ni inmutable. Estará vigente mientras los habitantes de la piel de toro queramos que lo esté, y que dure, si no somos capaces de mejorarla. Virgencita Inmaculada, que se quede como está.
 La celebración de la Constitución sirve para tomarse el puente, como parece que han hecho todos los presidentes autonómicos del PP, la mitad de los del PSOE y medio Gobierno de España. Las malas lenguas comentaban que los ausentes estaban quemando el bonobús antes de que Gallardón, infiel a los preceptos del PP de bajar los impuestos, lo ponga por las nubes subiéndolo sólo un 21,6%.
 La celebración sirve, cómo no, para hacer gestos políticos, como el del lehendakari López pisando la alfombra del Congreso en lo que parece no será una acto excepcional mientras le dure el cargo; o como el que hizo el president Montilla recordándonos con su presencia que aunque el Estatut diga lo que diga y el Constitucional simplemente no diga nada, si no le tocan la gaita, se siente cómodo en la fiesta. Sirve igualmente para que Zapatero y Rajoy hablen, sin necesidad de marear la perdiz durante quince días con aquello de si le llamo yo, si me llama él, si le diré, si me dirá, etc., y sirve además para que el presidente del Congreso José Bono suelte un discurso que a muy a pocos ha dejado indiferente. Desgraciadamente sirve muchas veces también para que, distraídos con dimes y diretes, nos olvidemos de temas sangrantes como son los tres cooperantes secuestrados en Mauritania, que da la sensación de que como no acudan a la Inmaculada Concepción u otra advocación parecida lo tienen bastante crudo.
Blog: noentiendonada.es


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