Me dice Leopoldo Gonzalo y González, Catedrático de Hacienda Pública y Sistema Fiscal


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FEIJÓO O DE LA ESTULTICIA POLITICA

Querido Josep María:

Los españoles de hoy -como otros muchos ciudadanos de este bendito planeta-, vivimos perplejos entre dos célebres afirmaciones. La primera debida a Ortega y Gasset, y referida a su tiempo: “No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa”; y la segunda, al padre del liberalismo conservador británico, el norirlandés Edmund Bureke: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. Desde siempre, la “buena gente” es socialmente mayoritaria: quiere simplemente vivir  en armonía con su entorno natural y social; prosperar razonablemente y ser libre, lo más libre posible.  ¿Cómo se entiende, pues, que sean los malos quienes con tanta frecuencia -sobre todo en los tiempos que corren- imponen su  ideológica voluntad manipuladora en el devenir colectivo? Pues, precisamente, porque aquella dócil mayoría ignora lo que realmente le sucede: la implacable y progresiva imposición de la cultura “woke”; la “dictadura del relativismo”; la “agenda 2030” o la “cultura de la cancelación”,… a escala global. Y quien no es consciente de tales hechos, no puede responder convenientemente a los mismos o lo hace demasiado tarde. Ello es así a escala individual y colectiva. 

   En España estamos viviendo una tesitura auténticamente histórica. Último eslabón, por ahora, en el proceso de descomposición de nuestro Estado de Derecho y en el camino hacia la voladura de la propia España como nación, lo constituye la reciente renovación  del Tribunal Constitucional (TC). Da vergüenza la tensión entre “progresistas” y “conservadores”, en su pugna por ocupar las diversas magistraturas y la presidencia de Alto Tribunal. Dejando a un lado la eufónica auto denominación de la izquierda como “progresista”, el problema no es menor en el lado pretendidamente “conservador”, al que parece sucederle lo que André Maurois opinaba del premier británico Robert Peel, que se decía conservador pero “ignoraba lo que tenía que conservar”.

   El caso del PP y el de su actual líder (tanto monta, monta tanto, éste como sus predecesores) resultan semejantes. No es preciso recordar todas las leyes y medidas “progresistas” que los “conservadores” iban a derogar o revertir cuando llegasen al poder. Y cuando efectivamente lo lograron, ni siquiera resolvieron por vía de la simple derogación de las leyes recurridas, los recursos de inconstitucionalidad interpuestos por su propio partido en relación con tantas graves cuestiones,  como la relativa al aborto (pendiente desde 2010, y que ahora parece tener prioridad según declaración del flamante  presidente del nuevo TC); a la eutanasia o a la Ley de Educación de nuestra elegante embajadora ante la Santa Sede, la señora Celaá. Hoy, todos los recursos pendientes relativos al animalismo, el feminismo radical, la ideología de género, el revisionismo histórico, etcétera, quedarán supeditados a la agenda que fije para su resolución el señor Conde-Pumpido, y a los votos de los magistrados “progresistas”.

   Las contradicciones y poses del señor Núñez Feijóo son notables y no permiten siquiera entrever una línea política clara para el futuro. Más bien cabe presumir la continuidad en el comportamiento de su partido. Quizá por eso mismo el PP se auto defina con la cómoda y difusa etiqueta de “centro”, algo así como: ni blanco ni negro, sino todo lo contrario. Sucede, sin embargo, que también en política, en la política que  hoy precisa la sociedad española más que nunca, existen el blanco y el negro, no sólo el siempre dudoso “más o menos gris”.

   El señor Núñez Feijóo dijo, para distanciarse de VOX (con quien  parece ejercer su auténtica e implacable oposición, no con respecto al PSOE), que no secundaría la oportunísima moción de censura al Gobierno propuesta por el partido de Abascal, pero que exigiría la celebración de elecciones generales inmediatas (objetivo bien explícito de la pretendida moción de censura, por cierto). También declaró que se entendía mejor con el PNV que con VOX. ¡Vaya por Dios! Su reciente comparecencia en Barcelona ha revestido los tintes propios de la visita de un ex presidente gallego a otra “nacionalidad” bien diferenciada y solemnemente reconocida. Su cursi aspiración de promover un “bilingüismo cordial” en determinadas Comunidades Autónomas,  no casa bien con la política que él mismo ha venido imponiendo en Galicia. Y si no que se lo pregunten a la benemérita filóloga Gloria Lago, tan gallega como él, y que explique por qué ha sido necesaria la creación -por su misma paisana promovida y dirigida- de la Asociación Hablamos Español.

    La declaración del presidente del PP acerca de que “si no tengo mayoría, no gobernaré”, qué quiere decir, ¿que no aceptará coalición alguna con VOX?, lo que parece a todas luces inevitable a pesar del perturbador efecto del llamado “voto útil”. ¿O es que aceptaría antes la coalición gubernamental con un PSOE a la deriva? Vivir para ver. 

    Y, entre otras muchas cosas, hay algo más en relación, por ejemplo, con la manifestación convocada en Madrid para el próximo 21 de enero  por “Foro España Cívica”, “Unión 78”, “Libres e iguales”, “Pie en pared”, “Foro Libertad y Alternativa”, etcétera; y secundada por VOX y el PP,  aunque parece que este último partido “tenía sus dudas”. Ignoro las razones por las que dicha manifestación vaya a celebrarse en la Plaza de Cibeles y no en la de Colón. ¿Decisión del Ayuntamiento “pepero” de Madrid? ¿Motivos? ¡Qué horror, una nueva edición de la célebre “Foto de Colón”! ¡La ocasión más alta que vieron los siglos pasados, los presentes, y que esperan ver los venideros! si se me permite la expresión del glorioso Manco de Lepanto. Se trata de mantenerse en un una posición lo más singular posible, según muestra la reciente exhortación de Feijóo a los suyos, para que a raíz de las elecciones del próximo mes de mayo gobiernen en solitario, “…sin dejarse someter por las minorías que les circunvalen”, según su pedantesca expresión recogida por ABC, y alusiva a VOX, sin duda.  

   Parece que no hay solución a los graves problemas que España sufre mientras no se reforme la vigente Ley electoral, al objeto de superar el falseamiento de la verdadera representación política en nuestro país. Como ha escrito el Profesor Fernando Suarez: “Las listas electorales cerradas y bloqueadas presentadas por partidos cuya democracia interna es pura ficción, falsean la verdadera representación política y dejan sin sentido la solemne afirmación de nuestro Tribunal Constitucional, según el cual ‘los representantes elegidos lo son de los ciudadanos y no de los partidos´”. Y hay un efecto más grave aún, como es el duopolio partidista (PP-PSOE o cualesquiera otra combinación “binaria”), que se deriva de la llamada “ley D´Hont”, establecida desde la mismísima Transición política. “Un español, un voto”, independientemente de su lugar de residencia en el territorio nacional, debe ser la base de partida para una auténtica representación política de los ciudadanos, cosa que naturalmente no gusta al PSOE, pero que resulta ajena también a la pretendida singularidad del PP. VOX, en cambio, propugna la supresión de la financiación pública de los partidos políticos y de los sindicatos (empezando naturalmente por los suyos propios), como también la eliminación de cualquier subvención a los medios de comunicación social, al objeto de propiciar su imparcialidad en la confrontación política.

    Lo que en cualquier caso me parece claro es que la no confrontación clara y distinta entre PP y PSOE en relación con cuestiones centrales de la Agenda 2030, a las que antes me referí,  parece evidenciar  la  subordinación de ambos partidos políticos a los dictados globalistas, es decir, a los mandatos del totalitarismo global.  Por eso asimilo al señor Núñez Feijóo al mundo de la estulticia política, consciente beneficiaria del “voto útil”, del voto cautivo. Estulticia, estolidez, ya se sabe, es sinónimo de necedad. Y necedad es pretender el liderazgo de eso que llaman el centro-derecha aparentemente nacional, pero ser tributario del autonomismo centrífugo, directamente ejercido (Galicia) o por simpatía con otros (Cataluña, las viejas y queridas Vascongadas,…).

   No quiero cansarte más, querido Josep María, pero sí recordarte las palabras de otro Feijóo, distinguido exponente de aquella Ilustración española tan distinta, por católica entre otras cosas, de la europea. Me refiero al también gallego, benedictino él, y autor de la serie de ensayos titulada “Teatro crítico universal”: Aludo a Benito Jerónimo Feijóo. En dichos ensayos trata el religioso ilustrado del amor a la patria, del plausible y del reprobable: “La patria a quien sacrifican su aliento las almas heroicas, a quien debemos estimar sobre nuestros particulares intereses, (es España) (…) España es el objeto propio del amor del español; Francia, del francés; Polonia, del polaco (…) Las divisiones particulares que se hacen de un dominio en varias provincias o partidos son muy materiales, para que por ellas se hayan de dividir los corazones”. Y concluye el Feijóo histórico con un juicio que parece escrito para su homónimo contemporáneo y para los políticos de hoy: “El amor a la patria particular, en vez de ser útil a la república, le es por muchos capítulos nocivo. Ya porque induce alguna división en los ánimos que debieran estar recíprocamente unidos para hacer más firme y constante la sociedad común; ya porque es un incentivo de guerras civiles y de revueltas contra el soberano, siempre que considerándose agraviada alguna provincia, juzgan los individuos de ella que es obligación superior a todos los demás respetos el desagravio de la patria ofendida; ya, en fin, porque es un gran estorbo a la recta administración de justicia en todo género de clases y ministerios”. Amén.  

Leopoldo Gonzalo y González. Catedrático de Universidad. Correspondiente de las Reales Academias de Jurisprudencia y Legislación y de la Historia.


5 comentarios en “Me dice Leopoldo Gonzalo y González, Catedrático de Hacienda Pública y Sistema Fiscal

  1. La opinión de dn. Leopoldo ha sido algo más extensa de lo ordinario pero, se me antoja casi imposible en la práctica condensarla más. Creo que ha dado en el quid de la cuestión sobre: ¿qué nos pasa?. Y tiene mucho, muchísimo que ver con el relativismo de un partido político que parece cumplir la finalidad de evitar que los españoles vean (veamos) el camino por el que les quieren llevar del ronzal. Con sus dos ‘pes’ ese partido popular o partido político nos está alejando de lo mejor, haciendo que nos deslumbren las cuentas de colores que agita ante nuestros ojos.

  2. ¿no pedían los podemitas la reforma de la ley electoral cuando comenzaron sus andadas ? ¿o estoy equivocado?

  3. Pingback: Leopoldo Gonzalo y González: "En España estamos viviendo una auténtica tesitura histórica" - Rebelión en la granja

  4. Lo malo es que «el españolito es vsgo y.no se moja.
    Te dicen yo no quiero saber nada de politica»
    Le gusta que les sirvan.
    Y cuando hsy elecciones van a votar lo.que se les ocurre en ese momento y sin reflexionar.
    Y digo yo: Pues si no sabes y no te interesa ¿para que votas?
    Y adi andamos.

  5. La verdad es que leer su artículo deprime como quien se mira a un espejo y no le gusta lo que vee. El nivel intelectual de los políticos que nos han tocado en desgracia o bien que los hemos elegidos, es penoso y si comparamos con los creadores de la UE, y nuestros padres constitucionales, no parece que vayamos a salir de esta situación. Antes a la política llegaban los mejores, ahora Pepiño Blanco, Iceta, Puigdemont, Torra, Belarra, Monteros, Garzón, —y son o han sido ministros. Por no hablar de Pedro Sánchez y Zapatero.

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