¡Qué tiempos aquellos!, ¿quién fuera niño? La vuelta al cole significaba para muchos ilusión. No hablo ya de ganas de aprender, que de todo había, hablo de que al menos, acabado el largo paréntesis veraniego, uno tenía como mínimo ganas de estar con sus amigos.
La vuelta política es igual o más triste. Pasado el oasis de agosto en el que la información corre por derroteros no más superficiales sino menos comprometidos, de golpe, al cambiar el mes, nos cae otra vez toda la mugre encima. Siguen Bárcenas, los ERE, el show secesionista catalán, la administración superobesa y tantas y tantas cosas que parece imposible vayan nunca a mejorar.
Me preocupa, además de lo habitual, la cuestión Siria. Desde la Segunda Guerra Mundial ninguna intervención en cuestión ajena ha acabado bien. Los EEUU, ejemplo en muchas cosas, tienen la rara habilidad de meter internacionalmente la pata. Lo de Málaga a Malagón es casi un dogma en este ámbito exterior. La guerra, uno de los jinetes del Apocalipsis, es mala y como tal nunca da frutos buenos, ni esta ni otras.









